Tras la muerte del Papa Francisco, se activó el ritual de exequias papales que él mismo reformó meses atrás: menos símbolos de poder, una ceremonia más austera y una iglesia clave como lugar de descanso final.
El Papa Francisco, el primer latinoamericano y el primer jesuita en asumir como jefe de la Iglesia, murió este lunes, a los 88 años, y la noticia golpea al mundo A diferencia de sus antecesores, su funeral no tendrá fastos ni símbolos de poder: será un ritual austero, centrado en su figura de pastor, tal como él mismo decidió en vida. En noviembre de 2024, Jorge Mario Bergoglio decidió modificar el protocolo de los funerales pontificios. Como Papa, aprobó una serie de reformas que cambiaron la manera en que el Vaticano despide a su máximo referente.
Esto se dio a conocer en la segunda edición del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, el libro litúrgico que guía estas ceremonias, publicado por la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice. Francisco había recibido el primer ejemplar impreso el 4 de noviembre y autorizó su publicación el 29 de abril. La intención detrás de estos cambios fue concreta: “Aún más que el funeral del Romano Pontífice es el de un pastor y discípulo de Cristo y no el de un poderoso hombre de este mundo”; más simple, sin lujos ni títulos grandilocuentes, en línea con el estilo que marcó el pontificado de Francisco desde su comienzo.
Los principales cambios en el ritual
El arzobispo Diego Ravelli, maestro de las Celebraciones Litúrgicas de los Pontífices, explicó en su momento que esta nueva edición se hizo a pedido del propio Bergoglio, quien deseaba que las exequias del Obispo de Roma reflejaran “mejor la fe de la Iglesia en Cristo resucitado”.
El documento mantiene la estructura tradicional del funeral papal, dividida en tres “estaciones”, es decir, los momentos o pasos rituales que se suceden tras la muerte de un Pontífice: constatación del fallecimiento, exposición del cuerpo y entierro. Sin embargo, cada una de ellas incorpora novedades.
En la primera estación, que incluye la constatación oficial de la muerte, se establece que esta tendrá lugar en su capilla privada, y no en la habitación donde falleció. Inmediatamente después, el cuerpo será colocado en el ataúd y trasladado directamente a la basílica. Antes, el cuerpo era llevado a la capilla del Palacio Apostólico, donde residían los papas. Pero como Francisco vivía en la Casa Santa Marta, ese paso fue eliminado.
Respecto de la segunda estación, el féretro será cerrado la víspera de la misa exequial, después de haber sido ya colocado el cuerpo. También se descartó el uso del catafalco, ese armazón adornado que solía colocarse en las ceremonias más solemnes. El féretro, ahora, estará a la vista de los fieles dentro de la basílica, sin báculo papal ni estructuras elevadas.
Una de las decisiones más simbólicas aparece en la tercera estación, que contempla el traslado y entierro del Pontífice. Se eliminó el uso de los tres ataúdes tradicionales -de ciprés, plomo y roble-. En su lugar, el cuerpo del Papa será depositado en un único ataúd de madera con interior de zinc, sin mayores ornamentos.
La decisión de ser enterrado fuera del Vaticano
Otra diferencia significativa es que Francisco no será enterrado en las grutas vaticanas, donde descansan la mayoría de los pontífices. Bergoglio expresó su deseo de ser sepultado en la basílica de Santa María la Mayor, una iglesia con gran significado para él.
Asimismo, el Papa suprimió varios aspectos de la llamada “Cámara Apostólica”, un organismo que asistía al cardenal camarlengo en la administración del Vaticano durante la Sede Vacante. Aunque se mantiene la figura del camarlengo, el colegio de eclesiásticos fue disuelto por decisión del propio Francisco.
El funeral será presidido por el decano del Colegio Cardenalicio, como marca el protocolo. Tal como ocurrió con los últimos pontífices -Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI-, la ceremonia podría realizarse al aire libre, en la plaza de San Pedro. La fecha será definida por los cardenales en una reunión plenaria.