Una vez dijo Julia Roberts ...

 “Cuando la gente te deja, déjalos ir. Tu destino nunca está ligado a quienes se van, y eso no significa que sean malas personas. Simplemente indica que su papel en tu historia ha concluido.”

A veces nos aferramos a personas que ya cumplieron su función en nuestra vida, creyendo que soltar es una derrota. Sin embargo, no lo es; es un acto de amor propio.
No todos los que llegan están destinados a quedarse. Algunos vienen a enseñarnos lecciones, otros a compartir momentos y algunos solo a revelarnos quiénes somos cuando nos rompen un poco.
Aferrarte a lo que ya no está solo te ata al pasado y te impide ver todo lo nuevo que la vida tiene para ofrecerte. Dejar ir no significa que esa historia no haya sido valiosa; significa que ha cumplido su propósito.
Y sí, duele. Duele soltar recuerdos, promesas y futuros que imaginaste. Pero más duele quedarte estancada en un lugar donde ya no puedes crecer.
Cuando alguien se va, se abre espacio para lo que realmente está destinado para ti: relaciones más sanas, nuevas oportunidades y la versión más fuerte de ti misma. No es abandono, es aceptación. No es pérdida, es evolución.
Así que, cuando alguien se aleje, no te aferres. Agradece, suelta y sigue avanzando. Tu historia no termina aquí.